EL ARTE DE ADMINISTRAR BIEN Y SABER GOBERNAR
Los aportes de Charles Babbage a finales del siglo XIX y de Frederick
Taylor y Henry Fayol a inicios del siglo XX, le dieron inusitado
impulso al estudio de la Administración como disciplina científica,
dotada de sistemas, métodos y principios que les son propios, inherentes
a su naturaleza y origen. A partir de entonces, surgieron y se
desarrollaron diversas escuelas y concepciones que la perfeccionaron,
haciéndola más compleja y multidisciplinaria. Ilustres pensadores
estudiosos del fenómeno se dieron la tarea de investigar los elementos
que la caracterizan y los factores (internos y externos) que influyen y,
en ocasiones, determinan su praxis enriquecida con nuevos enfoques.
a) Escuela Jurídica. (Jellinek, Kelsen) Fija su preocupación en la
preservación de la libertad y los derechos individuales, supeditando la
injerencia de los poderes públicos a la legalidad y rigor del Estado de
Derecho. b) Escuela Burocrática. (Weber) Concibe la administración como
una estructura piramidal, rígida y disciplinada, formalista e
impersonal, que procura mejoramiento de servicios. c) Concepción
Política. (Wilson) Establece el connubio donde “cualquier distinción
estricta entre política y administración es contraria a la realidad o
indeseable.” d) Escuela Sico-sociológica. (Mary Parker, H. Simon)
Destaca la importancia del aspecto humano y social, lo que requiere
políticas y mecanismos de integración, motivación, estímulos y sentido
de pertenencia, dada la intrincada interrelación entre el individuo, lo
social y lo administrativo.
Previo al surgimiento de esas y otras escuelas, la Administración y
su importancia eran bien conocidas. Confucio, filosofo y Primer
Ministro, antigua dinastía China, nos lego “Las Reglas de la
Administración Pública”, advirtiendo el cuidado en seleccionar
funcionarios leales y honestos. La Constitución de Chow, 600 años a. C.,
precede los elementos básicos del POSCORB de Urwick. En la antigua
Grecia, Pericles (430 A. C) deja su legado en la “Oración Fúnebre” donde
afirma: “Ni la posición social ni la riqueza; solo la capacidad
determina el servicio que rinde un hombre.” Desde los inicios de la Era
Cristiana y el régimen feudal encontramos modelos administrativos
rígidamente centralizados. Los Siglos XVIII y XIX aparecen Los
Cameralistas. (George Zinche) Todas ellas, con sus virtudes e
imperfecciones, han procurado iluminar el arte de saber gobernar y
administrar bien los recursos.
A nosotros ¿qué nos queda? La disputa televisiva del Padre Láutico y
el Profesor Bosch y el Golpe de Estado trapero que puso fin a su corto
gobierno, marcó un antes y un después. El primero le facilitó el triunfo
en las primeras elecciones libres y la oportunidad de demostrar lo que
debe ser una gestión de gobierno sana y decente, apegada a la
Constitución y las leyes de la República, en defensa de la Soberanía y
el Estado Social del Derecho. Rechazo del crimen, el nepotismo, el
soborno, la corrupción, el patrimonialismo, los privilegios y el
clientelismo, aferrado a valores éticos, morales, de honestidad y
transparencia. La solidaridad con la suerte y el sentir de nuestro
pueblo, sin demagogia, procurando su bienestar por encima de intereses
extraños. Salió malamente expulsado de poder; pero engrandecido, dejando
huellas inmarcesibles que recoge la Historia. Sus aventajados
discípulos del PLD que con tanta ilusión creo ¿Qué nos dejan?
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